18.9.10

Se miró las uñas de nuevo, despacio, con delicadeza, y comenzó a limpiárselas a fondo. Con un algodoncito suave y acetona se quitó el pintauñas feo y viejo de la vez anterior y, esperando a que se secasen, se las limó con sumo cuidado. Trataba sus uñas con una precisión pasmosa, despacio y sin mucha fuerza, por si se pasaba y se rompía alguna. Luego se las arregló y las dejó lisas y perfectas. Después cogió un pintauñas color añil y con toda la ternura del mundo en su mano derecha, comenzó a pintarse sus relucientes uñas de la mano izquierda. Y cuando acabó, con mucho cuidado, cogió el mismo color añil y se embarcó con sutileza a las de la mano derecha. ¡Qué elegancia para pintarse las uñas tenía! Quien diría que justo después de pintarse la última uña le pegaría un trago a la acetona como si de sed se estuviese muriendo.

1 comentario:

  1. yo una vez conocí a una chica que hizo eso porque decía que le gustaba que se le quedaran bien limpias las tripas.


    pd: has dado en el clavo con mi relato, es justo lo que ocurre antes de que Natalita se presente en casa de Amanda :)


    (cosquillas en la
    punta de la nariz)

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